Cuando en los campos del cielo
florece la luna llena
y se derrama en fulgores
de turbadora influencia.
Un mundo insondable y raro,
un mar de obscuras mareas,
un turbión denso de anhelos,
dentro de mí se despierta.
Cuando en los campos del cielo
florece la luna llena
y se derrama en fulgores
de turbadora influencia.
Un mundo insondable y raro,
un mar de obscuras mareas,
un turbión denso de anhelos,
dentro de mí se despierta.
¡Quita esa yegua de ahí,
que está arruinando las habas!
manéala bajo el sauce
y échale un poco de alfalfa.
Aflójale algo a la cincha,
si es que no vas a montarla
y allégate para acá,
a ver si agarras confianza
y me largái de una vez,
¿qué diablos, hijo, te pasa?
Porque cortaste el cabestro,
porque saltaste las trancas
y arrancaste galopando,
por potreros de distancia.
Porque me dejaste a pie,
solo y lejos de las casas
y en carrera con el viento,
vas dónde te da la gana.
Porque no sientes mi peso,
ni el clavo de mis rodajas.
ni el rebenque de mi mano,
sacando roncha en tus ancas.
Aunque tu no me quisiste
dejaste que te quisieran
y cosechaste mi amor
con la misma indiferencia
con que se acepta un pitillo
para dejarlo en la oreja
y fumarselo mas tarde
cuando haiga la conveniencia